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«(…) Tras la velada y la noche dormida, cuando la madrugada del 26 de abril preparaba su final entre las máquinas paradas, empecé a oír cuchicheos en la calle, al fresco. Era muy temprano, estaba solo en la torrefactora, rodeado de sombras, separé esas voces de los pensamientos, las distinguí: sí, formaban parte del mundo. Caminé en línea recta, abrí el portón y, de repente, el personal no esperaba verme, se sintieron violentos. Eran cerca de una docena. Otros viernes nunca llegaban a aquella hora, todavía faltaba para empezar a trabajar. Uno de ellos, el más atrevido, dijo: patrón, hemos venido a ocupar la fábrica.
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El cónsul de Sagres 