Em casa d’Amália

amália rodrigues diseñaba sus propios vestidos, revolucionó el fado a partir del color: del negro a la fantasía a partir de los años sesenta // amália rodrigues fue la primera persona portuguesa en hollywood, aunque no parecía que la fama se le subiera demasiado a la cabeza: o sí, ves a saber // amália rodrigues no sabía tocar el piano, pero entendía sus notas // amália rodrigues era una voraz lectora de poesía, capaz de cantar a cualquier poeta de tasca como a ary dos santos // amália rodrigues fue colaboracionista salazarista y miembro de la resistencia contra salazar a la vez, es decir, ella misma es misterio y quizá era apolítica y quería el bien de la gente // amália rodrigues tenía una habitación llena de cajoneras y gavetas donde guardaba toda su bisutería y maquillaje // amália rodrigues, icono de la moda junto con su costureira, no era muy diferente a mi abuela, puesto que también diseñó sus vestidos con el mismo modelo de máquina de coser con la que remendaba tejidos: la diferencia es que ella hacía maravillas con tejidos de yves saint laurent de parís, y mi bisabuela se apañaba con retales para hacer maravillas, supongo // amália rodrigues tenía una mesa de mármol en la cocina, cerca de sus latas de té, blanca como la pureza de los carneros antes de ser sacrificados en los mataderos.

Visita al Museu Nacional dos Coches

Una mañanita en el Museu Nacional dos Coches. Pompa, boato y barroco; sin escatimar oro ni dolor. Si algo no ha cambiado a lo largo de la historia es la naturaleza iniciática que tienen los coches en su inicio: hasta no hace mucho, cuando una pareja de enamorados o compromisarios se enlazaban en sagrado matrimonio, había posibilidades de que fueran agasajados por parte de la familia de uno de los cónyuges con un coche. A lo largo de la historia así ha sido -los coches de tiro franceses, por ejemplo el encargado por Luis XIV- y continúa siendo; lo cual me deja perplejo. El sector automovilístico ha evolucionado hacia límites insospechados y la inteligencia humana -al igual que la estupidez, no nos olvidemos- se ha disparado y no se atisba un punto de ruptura hasta que, como sociedad nada previsora que somos, nos veamos obligados a prescindir de los coches aunque sean regalados. Pronto no habrá dinero para comprarlos si sigue aumentando el precio de los carburantes, ni tampoco habrá tiempo para disfrutarlos si seguimos destrozando el planeta como estamos haciendo.

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Visita al Museu da Marioneta

No hacía demasiado calor a primera hora de la mañana, así que aproveché la brisa y el conocimiento de los autocarros y me propuse dar la vuelta al mundo en marionetas. Aptas para todas las edades, de todo tipo de espectáculos y de todos los lugares del planeta. Era curioso comprender que los rictus de algunos países se reproducían fidedignamente en estas creaciones de madera, vidrio, tela… En algo simple, lo extraordinario: el viaje del teatro y la religión; la cultura como pie a todo. Por un segundo imaginé estar a finales del XIX en un espectáculo de títeres y entonces salí del Convento de las Bernardas rápido porque me acordé de la luna llena que venía hoy y de la película Tic Tac de Rosa Vergés: en los despistes en los que incurrimos cuando no estamos pendientes del tiempo y de las cartas que me quedaban por escribir.

Tic Tac, por cierto, es la primera película que recuerdo haber visto en un cine. Podéis verla aquí.