Em casa d’Amália

amália rodrigues diseñaba sus propios vestidos, revolucionó el fado a partir del color: del negro a la fantasía a partir de los años sesenta // amália rodrigues fue la primera persona portuguesa en hollywood, aunque no parecía que la fama se le subiera demasiado a la cabeza: o sí, ves a saber // amália rodrigues no sabía tocar el piano, pero entendía sus notas // amália rodrigues era una voraz lectora de poesía, capaz de cantar a cualquier poeta de tasca como a ary dos santos // amália rodrigues fue colaboracionista salazarista y miembro de la resistencia contra salazar a la vez, es decir, ella misma es misterio y quizá era apolítica y quería el bien de la gente // amália rodrigues tenía una habitación llena de cajoneras y gavetas donde guardaba toda su bisutería y maquillaje // amália rodrigues, icono de la moda junto con su costureira, no era muy diferente a mi abuela, puesto que también diseñó sus vestidos con el mismo modelo de máquina de coser con la que remendaba tejidos: la diferencia es que ella hacía maravillas con tejidos de yves saint laurent de parís, y mi bisabuela se apañaba con retales para hacer maravillas, supongo // amália rodrigues tenía una mesa de mármol en la cocina, cerca de sus latas de té, blanca como la pureza de los carneros antes de ser sacrificados en los mataderos.

O Fado da tua voz. Amália e os poetas

Sí, sorprende decir que he descubierto el fado a deshoras: de madrugada en Lisboa y Tarragona, escuchando Antena 1 Fado o Rádio Amália para poder conciliar el sueño. Ya despierto iba seleccionando, desgranando en la lectura de O Fado da tua voz. Amália e os poetas (Bertrand Editora, 2014) de Víctor Pavao dos Santos; una enciclopedia de ochocientas setenta y dos páginas donde se resume -ironía- no ya la letra de los poemas cantados por Amália Rodrigues (1920-1999) sino la vida, obra y relación que existía entre A Rainha do Fado y los poetas que tuvieron el privilegio de tener poemas con su voz. Autores de revista, directores de cine, poetas en el sentido exacto de la palabra (como Manuel Alegre o Pedro Tamem) y otros poetas, autores de canciones populares, seguidillas que amenizaban las calles, tascas… con sus letras. Amália era también la calle -su Lisboa, sus historias, sus gentes, voces- y apuntalaba queriendo o sin querer el trípode por donde sustentaba el Estado Novo su posición: plena pleitesía a Fátima, al fútbol y también, como no, al fado. Ella es cómplice deshenebrando con Pavao dos Santos su biografía; complementando la investigación del segundo para tejer un volumen que resume toda la vida artística de Amália Rodrígues.

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