La mutació dels pollastres de Pep Sanz

Notes de lectura inicial de setembre – La primera persona és sempre llaminera per escriure i menys no és massa. Moltes vegades al respirar el poema sembla que s’ofegui en el seu contingut; amb La mutació dels pollastres – 23è Premi de POesia Joan Duch per a Joves Escriptors (Fonoll, 2022) de Pep Sanz tot queda just a la seva mesura i queda un llibre clavat, fet amb mesura, cura i una intensitat creixent, forta i amb espurnes rebels. Hi ha una vida projectada a la d’un pollastre, i el dubte creixent vers els dogmes fonamentals que s’han convertit en creences… fins que, com passa amb els dogmes, apareix la convicció del frau… donant preu a la reencarnació i una construcció més severa, però amb una capacitat pròpia, contundent.

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Tecler d’Honor

Si, fa més de vint-i-cinc anys que hi és a la colla, però mireu, aquest any li toca. Quan em van trucar a mitjans d’agost -despertar de la migdiada- l’única possibilitat de la trucada era per això. Va gaudir dels castells d’una manera ni bona ni dolenta, era la que hi havia. Al Concurs del 94 sé que hi va anar per a fer història (de fet, va fer història). Al del 98 va connectar l’equip de música de l’estudi amb la retransmissió de ràdio via internet primerenc, en dodots. Quan el teu fill va entrar a la colla i va començar a tontejar amb els castells vas tenir cura que n’aprengués bé: del Rafa, per exemple. No m’enrecordo si ell va ser Tecler d’Honor, potser sí. Si no, com si ho fos per tots vosaltres.

Un dels millors dies de Santa Tecla que ha viscut el seu fill fins al moment és l’endemà següent de la recollida de la seva camisa. Aquell dissabte al matí vau anar a la txistorrada dels amics de Sant Pere i Sant Pau; després a la baldanada de la penya perica, a la Corsini -encara no hi havia la carpa-. Vau guardar una baldana per l’àvia Paquita. Ella cofoia, se la va crospir en un tres i no res mentre fèieu l’aperitiu al Cós del Bou abans de menjar la paella annual. Amb l’Amàlia i els teus amics. Ei, va ser brutal.

Ja a la reserva, que no vol dir que no hi sigui a primera línia, és graciós veure com s’emmerda en saraus varis on encara gaudeix de fer pinya. Quaranta anys a la colla donen molt de si. Viatges en cotxe, pluja, cops al cap fent pinya a altres colles -sempre defensa que les úniques vegades que s’ha fet mal ha sigut donant un cop de mà a altres colles-. Pilars caminant, Concursos. Bons moments i pòsters de Caixa Tarragona a l’estudi: el primer pilar de set amb folre de la Jove, per exemple.

Ai, l’orgull tecler. Que la setmana no se li faci llarga. Que agafi forces. Divendres tinglado tecler, dissabte paella i diumenge castells. I que vagi així de bé per a tots, a veure si dintre de vint-i-cinc anys faran un altre xou amb la resta de companys. Seria l’hòstia.

Enhorabona, papa.

Foto: Anton Grau.

La herencia de la sombra // Un poema de Raquel Ramírez de Arellano

[he vivido de la tierra de las licencias, de los bosques que han obviado cada una de las corcheas que fondeaban en el danubio en su desembocadura y en su nacimiento // ¿atas cabos? entiende el paraíso como algo dúctil donde la mejilla espera de nuevo otra caricia inerte, fría // blanca]

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Every day is like Sunday

El día de los sentimientos encontrados, no entro por la supuesta imposición ibarresca del día, porque el ruido de fondo será el mismo sea la fecha que sea. Más allá de imposiciones en el calendario quiero coger perspectiva desde una visión personal que no acostumbro a decir muy en alto, pero es así. Hace doce años y veintitrés días marché de Extremadura para estudiar fuera de la región. Durante el bachillerato, digamos que fui un estudiante tan inquieto como disperso: combinaba el estudio de algunas asignaturas con profesores espectaculares -en sentido humano como educativo- como Jacinto Haro, Rosalía Muñoz, Teresa Quintanilla, Enriqueta Fallola… con descalabros académicos en cada evaluación. Me acuerdo que Manuel Lucero Fustes, en esa época, me echó una mano. Una mano que me ayudó a ordenar mi cabeza y mi autoestima. Creedlo o no, durante esos dos años era más un autómata que no un alumno [me levanto // instituto // comida // estudio // balonmano // dormir]. Lo cierto es que más tarde que pronto conseguí el bachillerato y, en ese camino nocturno, enlacé amistades con una generación más pequeña que la mía: la mía, la del noventa, en su mayoría emigró para estudiar fuera. Supongo que todos marcharon con una mochila cargadita de sueños e inquietudes que espero y deseo hayan logrado. Todos esas amistades perdidas por el tiempo y la distancia se merecen lo mejor: me acuerdo que un expresidente de la Junta no paró de martillearnos en un encuentro con estudiantes que éramos la mejor y más preparada generación de alumnos de la región…

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A Tapadinha

Los aspersores han funcionado antes del partido y en el descanso, pero a cada bote de pelota se levanta el albero sobre las rodillas de los jugadores. El portero del Atlético juega con los pies, cual Ter Stegen, poniendo de los nervios a la parroquia local. Me pregunto cuántos jugadores del Sporting (B) promocionarán al primer equipo próximamente. Bifana y cerveza dos euros y medio: el hogar tiene precio. Por momentos parece que los Airbus de Esayjet van a rematar los centros de los alcantarenses. Una chica, recogepelotas, vive con calma el partido y rompe de su ensimismamiento solo cuando el capitán le solicita, intenso, la pelota para seguir jugando. Me encanta João Varudo; entra en la segunda parte pero revoluciona desde los costados el ansia de marcar del equipo.

Me paso la bufanda por el cuello. En tribuna hace fresco, veintiséis de agosto.

Se oye francés, los inmigrantes este sábado deciden despedirse viendo al equipo de su barrio. De su freguesía. Un equipo de tercera. Mentira.

Foto: mural enganchado con cola cerca del estadio. Imagen propia.

Cantos:&:Ucronías, Miguel Ángel Muñoz Sanjuán

Juro que hoy iba a compartir un poema de Miguel Ángel Muñoz Sanjuán (Madrid, 1961) pero me ha sido imposible elegir de su libro Cantos:&:Ucronías (Calambur, 2013) -prometo elegir y compartir uno próximamente, pero me va a costar la vida decantarme-. Tras el encuentro fugaz en Expoesía (merci, Cumbreño) el año pasado tuve que tirar de librerías de viejo para hacerme con Cartas consulares (Calambur, 2007) y con rabia, no me escondo, acabo de revisar en mi biblioteca y constato que no está en mi biblioteca, presente. Quiero pensar que debe estar en manos de Pablo Varona o Marc Mellado. Si no, yo ya no sé.

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El mundo literario


«El mundo literario es extraliterario. No tiene que ver con la literatura. El éxito tiene que ver con la calidad, muchas veces tiene que ver con el poder de las editoriales o con fenómenos complejos que no me interesa analizar. Por otra parte, pienso que todo escritor cree que su obra es única, que lo que hace es muy bueno. Creo que de forma más o menos camuflada ese pensamiento existe en todos. Por eso me gusta la gente que no escribe. No me gusta ir a determinados ambientes, porque también te encuentras con que hay un temor reverencial que impide la proximidad. Están siempre esperando que digas cosas inteligentes y, a su vez, se protegen no hablando.»

[extraído de Conversaciones con António Lobo Antunes (Siruela, 2001) de Maria Luisa Blanco]

Luz de tierra


Invierno. Una canción de siega con la voz ronca, quebrada -¿Ángela lo presentó?, no me acuerdo-. Tengo veinte años. Frío, pero no me acuerdo si llovía. Las pasadas navidades mi tía me regaló Luz de tierra, lo escucho mientras estudio por la mañana: por aquel entonces yo cursaba el nocturno, por tanto para asistir a las lecturas del Aula Díez Canedo tenía que hacerlo por la mañana –llévate la bufanda, que hace frío // vale mamá, decía cansado, seguro-. A vueltas con la canción de siega, el compás marcado con la punta del pie, la voz rota de cantar, de no se sabe cuántos cigarros -el tabaco tendrá algo que ver, quizá- y una gripe con fiebre, decía Enrique García Fuentes. No me acuerdo bien de la lectura, de si Pablo Guerrero leyó sus poemas o por el contrario fue algún chavalín quien lo hizo. Me acuerdo de todo mientras paseo por Lisboa de Alcântara hacia Belém; viaje de ida y vuelta escuchando Luz de tierra y a Nieves Concostrina. Dos horas y media de paseo me dan tiempo a recordar un sin fin de cosas, momentos, alegrías. Mientras no sé donde arraigo, pero sé bien que lo hago.

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En Turia (147)


En el último número de la prestigiosa revista Turia dedican un extenso monográfico a la vida y obra de Arturo Barea (Badajoz, 1897 – Faringdon, Inglaterra, 1957). Barea es uno de los referentes incuestionables de la literatura castellana en el exilio -hay quien no ha leído todavía La forja de un rebelde– y un extremeño universal aunque la vida lo arrastró con su familia muy joven a Madrid. También hay dos espléndidas conversaciones con Eduardo Mendoza y Pureza Canelo.

Además del genial trabajo de fondo sobre el escritor pacense, debo agradecer a Raúl Carlos Maícas que contara conmigo para este número, junto a una gran nómina de escritores a los que admiro como lector. El poema publicado, a continuación.

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Ai, Quim…

Fins ara no m’he vist amb els temps i l’ànim d’escriure quatre línies ben concretes, excuseu-me. Bé, com vosaltres, el trobo a faltar també. Quim, quan ens trovàbem era un tot peró dins d’un ordre: birra, patatera, callos o entrepans -era un hàbitat molt saludable per ell- era la prolongació natural del coneixement i, alhora del creixement personal humà. Amb una capacitat d’anàlisi les preocupacions més tedioses s’esvaïen al voltant de la conversa rica i lleugera, fins i tot l’intercanvi d’idees quedava eclipsada per l’exposició pedagògica del que ell creia bo i no tant bo. A vegades, no sé si per alguna influència sarda que hi hagués en ell arran de tants viatges a mig completar, semblava que assistíem a un comptador d’històries que tant a una persona com nosaltres. La darrera vegada que ell vam veure reia sorneguer: Sant Jordi i vaig incomplir la meva tradició anual de passejar a primera hora per les parades de la Rambla. En aquestes caminades prelaborals, amb cafè llarg per portar del Brasília a la mà, també mostrava la possibilitat de veure’l al tinglado establert del Port: aquest any ja no va ser així, com també la moto tampoc apareixia ja. Dintre de les limitacions vocals, mai amb carències afectives, vam continuar trobant-nos amb cura i mesura i mantenia els dos posats més característics: un primer, amb atenció profunda i ulls de mussol… i l’altre, el segon, amb un somriure tendre on brillava destacava més encara la seva arracada.

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