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En el último número de la prestigiosa revista Turia dedican un extenso monográfico a la vida y obra de Arturo Barea (Badajoz, 1897 – Faringdon, Inglaterra, 1957). Barea es uno de los referentes incuestionables de la literatura castellana en el exilio -hay quien no ha leído todavía La forja de un rebelde– y un extremeño universal aunque la vida lo arrastró con su familia muy joven a Madrid. También hay dos espléndidas conversaciones con Eduardo Mendoza y Pureza Canelo.
Además del genial trabajo de fondo sobre el escritor pacense, debo agradecer a Raúl Carlos Maícas que contara conmigo para este número, junto a una gran nómina de escritores a los que admiro como lector. El poema publicado, a continuación.
recreo
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me han pedido que hablemos del mar de irlanda
antes de volver a clase
lo imaginan frío, poblado de vida
no estoy convencido de su importancia
ni saben qué criaturas viven en sus aguas
quizá solo desean verse a sí mismos en él
notar mínimamente el plancton en sus corrientes
abrigar los pecios con microorganismos
de alguna forma que desconocemos
seguramente esos seres inapreciables
tengan corazón // sistema nervioso
y luchen por mantener
el equilibrio de su ecosistema de la mejor manera
al igual que hacen las vacas en un prado
los panaderos jugando con la masa cruda de harina
para hacer pan de leche
o los mecánicos arreglando los autobuses de la ciudad
los actos útiles de los niños suceden imprevisibles
a la vista de un adulto;
agarrar una cuchara, preguntar, ir al lavabo
o categorizar todos los usos de una pelota de látex…
para ellos son cosas importantes // básicas a ojos de los mayores
las realizan con un silencio únicamente roto
cuando deciden compartir su experiencia
en el momento adecuado,
como es antes de jugar en la misma tierra
con la que jugábamos nosotros con nueve años
antes de tropezar aparatosamente
hacernos el primer daño:
se abrirán la rodilla, también como nosotros, jugando a la role
y darán importancia en exceso a ese accidente
siendo esta la primera de las muchas heridas que llevarán consigo
hasta definitivamente hacerse mayores.
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El cónsul de Sagres 