A Tapadinha

Los aspersores han funcionado antes del partido y en el descanso, pero a cada bote de pelota se levanta el albero sobre las rodillas de los jugadores. El portero del Atlético juega con los pies, cual Ter Stegen, poniendo de los nervios a la parroquia local. Me pregunto cuántos jugadores del Sporting (B) promocionarán al primer equipo próximamente. Bifana y cerveza dos euros y medio: el hogar tiene precio. Por momentos parece que los Airbus de Esayjet van a rematar los centros de los alcantarenses. Una chica, recogepelotas, vive con calma el partido y rompe de su ensimismamiento solo cuando el capitán le solicita, intenso, la pelota para seguir jugando. Me encanta João Varudo; entra en la segunda parte pero revoluciona desde los costados el ansia de marcar del equipo.

Me paso la bufanda por el cuello. En tribuna hace fresco, veintiséis de agosto.

Se oye francés, los inmigrantes este sábado deciden despedirse viendo al equipo de su barrio. De su freguesía. Un equipo de tercera. Mentira.

Foto: mural enganchado con cola cerca del estadio. Imagen propia.

Fratton Park

I

Lluvia fina, niebla y algo de frío -diez grados-. Durante la Segunda Guerra Mundial los nazis zurraron fuerte a Portsmouth con sus bombardeos. El Día D se gestó y nació allí: de su puerto zarparon el grueso de soldados que desembarcaron en Normandía. Como beneficio de no irme a dormir tarde puedo pasear a primera hora por el centro y las afueras, aprovechando para enviar audios, leer correos electrónicos: es domingo pero no dejará de sorprenderme la tranquilidad del domingo: no hay nadie en la calle y puedo pasear mi cabeza como quiero. De vuelta al Ibis (Budget) me asomo tímidamente a la casa de Charles Dickens y observo el horizonte marítimo que la niebla me permite. Los nazis zurraron muy fuerte a Portsmouth con sus bombardeos. No quiero una batalla campal en Fratton Park.

II

Ilie firma libros. Cómo admiro la gente que tiene siempre un momento para cualquiera y todo con una sonrisa sincera y una buena palabra. Durante este fin de semana he guardado un silencio forzoso, expresándome lo mínimo y necesario con mi inglés de guerrilla; que George Best tenga en su gloria cuando sea el día -no seáis cenizos- a Peter Crouch y a Harry Redknapp por sus libros, puesto que gracias a sus lecturas reciclo mi inglés. Redknapp, por cierto, consiguió la FA Cup con el Pompey con un conglomerado de samaritanos y viejos rockeros: Kanu, Calamity James, Campbell, Baros… me pregunto cómo llegaron a la ciudad. Quién les engañó. Si vieron en Portsmouth algo más que fajos de billetes, porque de buen seguro el horizonte desde la playa, no. Ay, Harry…

III

Cada jugada que defienden los nuestros es un suplicio: por delante del marcador dos veces para ser empatados otras dos. Martillean con centros laterales el área y abren brechas en una defensa de granito, pero con las costuras de arcilla. Puede ser que nunca haya entendido el efecto bisagra de los laterales ni su tendencia en mutar a cremalleras cuando el ataque se desmadra. La sala de máquinas funciona de maravilla, aunque la excesiva combustión provoca que las bielas del equipo no se muevan con la destreza deseada. En la punta de ataque hay trabajo, voluntad, ganas, esfuerzo y treinta y tres años en las piernas de un Sam Vokes más motivado de lo normal: es oriundo de Southampton, el Soton es el rival del Pompey. Quién sabe si…

IV

He llegado a mi calle, me permito el lujo de caminar en medio de la calzada. Todo lo que no ha llovido durante el partido lo ha hecho de camino a Tarragona. La calle está preciosa y brillante, con charcos. Por primera vez en tres días noto que me pesan los pies, como si algo me impidiera subir cada uno de los escalones que me llevan a mi casa. Estoy entre triste y feliz // ¿por qué la alegría en la casa del pobre no dura alguna vez como el parto de la burra? // pero con ganas de llegar a casa para explicar que he vivido… pero reconozco que tengo miedo a vaciar la mochila y desnudarme: lo que me lleve lo tendré en mi cabeza pero el miedo al olvido es enorme // mientras pueda pensarte no habrá olvido decía El Poeta // y no sé a qué ni a quién acudiré cuando se vayan los cánticos, se esfumen las voces, los tactos y las miradas. Solo queda esperar que la pelota no tarde en girar de nuevo.